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El Municipio se asienta en la desembocadura del Valle de Ricote y, aunque sus orígenes se remontan a la Edad de Bronce, será a finales del siglo IX cuando los musulmanes crean el poblado de "Fauaran" punto de partida del actual Abarán y señal del origen esencialmente árabe del lugar.
Los moradores de esta estratégica población van a prestar su apoyo al Rey Murciano en su lucha contra los almorávides y almohades. Sin embargo, tras la muerte del Emir Ibn Hud, Abarán tendrá que aceptar el protectorado de Castilla. Ser· tras la muerte del rey Alfonso X cuando Sancho IV, a finales del siglo XIII, entregue el Valle de Ricote a la Orden Militar de Santiago, pasando "Fauaran" a formar parte de la Encomienda de Ricote, apareciendo así documentalmente en la Historia.
Durante la mayor parte del siglo XV, Abarán sufriría los continuos periodos de guerra entre los reinos de Granada y Murcia, lo cual diezmó cruentamente su población. Esta situación se mantendrá hasta que se otorga, a finales del siglo XV, la Carta Puebla, que fijó las condiciones de repoblación del lugar. A ella se acogieron veinte familias de moriscos procedentes de Hellín. Es en esta repoblación donde se halla el origen de la población actual y de los apellidos Yelo, Tornero, Cobarro, Gómez y Molina, que en la actualidad se mantienen vigentes.
En el siglo XVII se va a producir una recesión económica y demográfica debido a la expulsión de los moriscos, recesión que perdurará hasta el siglo XVIII en el que la Villa de Abarán conseguirá recuperarse, adquiriendo una notable relevancia ante el resto del valle. Este desarrollo económico va a dar lugar a alguna de las importantes obras acometidas en este momento: La Casa Consistorial, la Iglesia de San Pablo, el puente de piedra sobre el río Segura, etc.
Gracias al Motor Resurrección llegó el agua del río a zonas periféricas como Hoya del Campo, cuyo desarrollo estuvo implusado por esta obra fundamental en el progreso económico del municipio, especialmente para el sector de la agrucultura.
De nuevo con la llegada del siglo XIX Abarán volverá a sufrir una crisis provocada por las malas cosechas, las epidemias, la guerra de la Independencia y una fuerte emigración de la población hacia Orán e Iberoamérica. A pesar de esta crisis, en el ámbito económico hay que destacar la gran importancia de la introducción de las primeras Norias para el regadío, que van a potenciar el desarrollo agrícola de la localidad. Ya a finales del XIX, con el desarrollo del ferrocarril Madrid-Cartagena, y a comienzos del XX con el proyecto del Motor Resurrección, Abarán va a recibir un impulso económico, sobre todo en el sector agrícola, asentado en la potenciación de sus regadíos, que va a dar lugar a una importante industria de manipulado de frutas frescas para la exportación, base de la economía abaranera.
En el programa de festejos de hace cincuenta años aparecía por primera vez el escudo heráldico de nuestro pueblo. Hasta entonces se usaba como emblema representativo de la villa el escudo nacional. Con la presentación del nuevo emblema en la portada de la única publicación local de la época, se daba a conocer el resultado de un proceso que había comenzado el año anterior.
El proyecto se había encargado en los primeros meses de 1958 al profesor de Filosofía y Letras de la Universidad de Murcia, Don Antonio de Hoyos Ruiz, a la sazón bibliotecario y archivero de la Excelentísima Diputación Provincial, colaborador en años anteriores de otras ediciones del programa de fiestas. El planteamiento proyectado quedaba descrito en un dibujo del conocido pintor Don José María Almela (Espinardo 1900-Murcia 1989), que se había presentado en la edición del año anterior del mismo programa de festejos. Con la adopción por parte del Ayuntamiento del proyecto de Don Antonio de Hoyos, se había descartado otra opción de escudo cuyos blasones estaban formados por la cruz de la Orden de Santiago, dos torres y un puente, rodeaos por la leyenda: “unos pasaron otros quedaron”.
Con fecha 14 de abril de 1958 el Ayuntamiento de Abarán aprobada por una unanimidad presentar al Ministerio de la Gobernación la memoria heráldica de Don Antonio de Hoyos para adoptar el escudo representativo de la población. Siguiendo el procedimiento legal, el citado ministerio daba su conformidad con fecha 31 de Diciembre del mismo año y daba traslado del expediente a la Real Academia de la Historia para su aprobación definitiva. La institución nombraba rey de armas para estudiar, resolver y dictaminar sobre el proyecto y boceto presentados. Las modificaciones introducidas por el emérito académico consistieron en situar la cruz de Santiago en el centro, suprimir el árbol (para que no apareciera un cuadro paisajístico) y la leyenda “Vive siempre la paz del Valle” por la indeterminación que encerraba la palabra valle. También indicaba que la corona había de ser de “señor” de doce puntas por no haber sido villa de realengo, lo cual no se ha cumplido exactamente y determinaba que el color del campo en el blasón había de ser de plata que era el propio de la orden jacobea y no dorado o blanco como aparecía en el boceto.
Una vez aprobado con estas variaciones Abarán tenía su escudo heráldico, apareciendo en su forma definitiva, como hemos dicho anteriormente, en el programa de festejos de 1959.
En el escudo oficial definitivo quedan representadas la Cruz de la Orden de Santiago, el creciente de la luna azul y las ondas del río Segura, un elemento fundamental para el origen de los primeros asentamientos en el municipio.
Desde aquel año 1959 el escudo fue asumido tanto por el Ayuntamiento de forma oficial como por distintas asociaciones locales como emblema de Abarán.
Por otra parte, junto con las publicaciones del archivo parroquial de Don Juan Sáez Hurtado, párroco de San Pablo, comenzaba a estudiarse de un modo riguroso ajeno a leyendas y elucubraciones la historia local. Se recuperaba la memoria sobre la Orden de Santiago de la que no quedaba vestigio alguno situando Abarán en el Valle de Ricote, cuya organización política había mantenido la citada institución religioso-militar en una de sus encomiendas a través del tiempo. Se establecían las bases sólidas, fundamentales y determinantes para reconstruir el pasado que hasta entonces se desconocía por completo.
El significado de los blasones, siguiendo al autor del proyecto, quedaba justificado en el caso de la cruz de Santiago por la presencia de la Orden Jacobea desde el siglo XIII al XIX, el creciente de la luna en azul hace referencia al poder musulmán anterior y las ondas representado el río quedan justificadas por la influencia de las aguas del Segura en la economía y en el mismo origen del asentamiento poblacional.
Aquellas fiestas de 1959, pasadas por agua, en que se consagraba el nuevo altar mayor de la Parroquia de San Pablo por el Sr. Obispo de la Diócesis Don Ramón Sanahuja y Marcé, tuvieron su halo de transcendencia en su programa de festejos con la presentación del primer escudo heráldico de la Villa.